El
modelo médico tradicional presuponía, finalmente,
una moral monológica. Desde el Juramento hipocrático
hasta el siglo XX la ética médica no dejó
de responder a una concepción "beneficentista"
en el sentido de creer que era la mediana la que mejor
podía responder a cuáles eran los mejores
intereses del paciente, y esto también supuso la
existencia de un código normativo único
para la profesión. Aunque ya en la primera mitad
de siglo se pueden observar señales de cuestionamiento
a este enfoque, va a ser después de la Segunda
Guerra Mundial y a partir de Nüremberg cuando la
preocupación por el respeto de las personas se
convierta en tema central para la medicina.
La tradición liberal de la autonomía política
y jurídica del ciudadano se entrecruzó entonces
con la visión filosófica de la autonomía
moral del individuo.
La ética médica se reformuló con
la aparición de nuevas normativas que contemplarían
no sólo la perspectiva médica sino también
la de los pacientes y las preocupaciones de los gobiernos.
Los comités de ética fueron la respuesta
adecuada para la instrumentación de este nuevo
modelo de moral pluralista, primero en el campo de la
investigación y posteriormente en el terreno asistencial
donde los comités hospitalarios de ética
aparecieron como organismos capaces de hacer efectivas
aquellas nuevas normas así como de crear nuevas
regulaciones cuando éstas hicieran falta.
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